Una infancia "llena de lunas grandes, redondas y brillosas"
Juana de Ibarbourou, Juana de América.
Unidad de trabajo basada en la novela del autor nacional Diego Fischer, "Al encuentro de las Tres Marias", Juana de Ibarbourou más allá del mito.
El
invierno de 1949 se abatió con toda su crudeza sobre Juana. Cuando la primera
helada, a fines de abril, empañó los vidrios de la enorme claraboya de la
escalera, Juana supo que la esperaban muchos meses grises y fríos. El frío
comenzó entonces a tomar por asalto aquella casa de techos altísimos. Los dos
hogares echaban humo día y noche, pero nada era suficiente para templar los
ambientes. Al promediar mayo, doña Valentina
cayó definitivamente en cama con una gripe feroz. Juana dejó todo por
atenderla. Delegó sus asuntos en doña Isella. Pasaba el día en la habitación de
su madre. Se encargaba ella misma de suministrarle los remedios, de bajarle la
fiebre con compresas frías que colocaba en su frente y de darle la comida en la
boca. Llegó incluso a aprender a hacer caldo de verduras y puré de papas y
zapallo, los únicos alimentos que ingería doña Valentina, y como postre tenía siempre
merengues de la confitería La Liguria, la debilidad de su madre. Cuando esta no
dormía, y la fiebre no se lo permitía, madre e hija conversaban. Evocaban los
días de Melo. –Juana, ¿te parece que podremos ir de visita esta primavera, cuando me
mejore? -Seguro, mamá. Iremos en tren. Y nos hospedaremos en casa de los
primos. -¿No sabés si los
naranjos y los limoneros siguen estando en la plaza? -Están. ¿Quién se atrevería a cortarlos? -Qué
bonito. A veces, cuando sueño, siento el perfume de los azahares. Y las noches
seguirán siendo tan azules. ¿Te acordás, Juana, cuando de niña me pedías que te
bajara las Tres Marías? -No, no me acuerdo. Si,
tendrías seis o siete años, y en las noches de verano nos sentábamos en el
patio a mirar las estrellas. Tú querías agarrar con tus manos a las Tres
Marías.
“Bajámelas, mamá, por favor”, me pedías. “No, no puedo hija, están en el cielo, junto al niño Jesús. Las creó
Dios para que nos iluminen en las noches, con la luna”. Y no conforme con mi
respuesta, me decías: “ya verás, cuando sea grande iré a buscar a las Tres
Marías”. Evocando
recuerdos y regalando sonrisas a quienes la rodearon aquellos días, se murió doña
Valentina. Se fue como siempre había querido marcharse de este mundo: con mucha
paz. Juana se sintió desamparada.
Juana de Ibarbourou, Juana de América.
Unidad de trabajo basada en la novela del autor nacional Diego Fischer, "Al encuentro de las Tres Marias", Juana de Ibarbourou más allá del mito.
Compartimos dos textos que trabajamos y analizamos en clase.
El siguiente texto nos lleva a conocer la infancia de Juana en un Uruguay enfrentado entre la civilización y la barbarie a fines del siglo XIX.
Había muchos niños, pájaros y muchachas.
Melo era entonces una villa. Con prosapia blanca y guerrera,
pero una villa en fin. Cuando nació Juana, el 8 de marzo de 1892, las
construcciones más importantes se congregaban en torno a la plaza principal.
Desde allí partían hacia los cuatro puntos cardinales las calles polvorientas y
ocres, que morían en praderas onduladas e infinitas. Juana fue la hija menor de Vicente Fernández, un gallego que desembarcó
en Cerro Largo por 1870, y de Valentina Morales, una criolla. “Fui una niña feliz” afirma, para luego sostener que “las lunas de mi
infancia son todas grandes, redondas, deslumbradoras…Mi luna infantil era
inocente y plena como mi propia vida entonces”. Y en esa visión amable, don
Vicente ocupa un espacio no menor.
A
Juana le tocó vivir en su niñez los dos últimos grandes enfrentamientos civiles
que se registraron en el Uruguay: la revolución de 1897 y la guerra de
1904. “Veía hombres con fusiles y
lanzas, carros cargados de fardos, mujeres que lloraban, gente de rostro
preocupado, niños con delantales negros sobre sus trajecitos de todos los días,
lentas carretas cubiertas de lonas, que conducían soldados harapientos. Era la
guerra y yo no comprendía, pues todo para mí era vago e inconcreto”. Su padre participó en la
guerra defendiendo la divisa blanca. Décadas más tarde Saravia sería recordado
por Juana como su padrino de bautismo y por el caudillo por el cual todos en su
casa, incluyéndola a ella, sentían una devoción sagrada. La
victoria de los colorados le otorgó a Batlle y Ordoñez todo el poder. Se inició
entonces un largo período de paz, prosperidad y de transformaciones profundas
en los planos político, económico y social. Estos cambios harían del Uruguay un
país diferente en el contexto continental. Un Uruguay en el que Juana sería un
símbolo. Y una leyenda.
Fuente. “Al encuentro de las Tres Marías” Juana de
Ibarbourou más allá del mito. Diego Fischer. Ed. Aguilar.
Juana mantenía mucha unión con su madre. El siguiente fragmento de la novela de Fischer, nos muestra desde lo real como era ese vínculo, y desde lo estético trabajar las diferentes voces en la narración.
El helado abrazo de 1949
AL
ENCUENTRO DE LAS TRES MARÍAS. Juana de Ibarbourou más allá del mito. Diego
Fischer.
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